viernes, 4 de marzo de 2011

El realismo de Gómez

Como ya sabemos, el ebrio Gómez escribía mucho pero “publicaba” poco y hablaba aún menos sobre su escritura. Para vislumbrar su estilo es necesario conocer primero que su formación literaria era autodidacta, extensa y profunda, aunque con recorridos algo caprichosos, y que el tipo era fanático del audiolibro aún antes del MP3 y del convertidor de texto a voz (probablemente podía reclamar el récord de ser el lector que más audiolibros “leyó”). Por ejemplo, en un viaje de Curitiba a Ushuaia se escuchó casi toda la primera parte del Quijote (una experiencia por cierto envidiable).
Dicen que Gómez tenía dos postulados:
-          La ficción siempre habla, al menos tangencialmente, del mundo, por lo cual la igualación ficción-mentira es aberrante.
-          La Lengua no es Inocente, menos aún el Habla (había leído a Barthes). Pero si la experimentación (y el juego) es un momento (o varios momentos) en la historia de la literatura, también es un momento en la historia de cualquier hombre. El poder de apodar, de rimar, de insultar se aprenden de chicos.
Intentaba así una conjugación popular de experimentación y realismo que parecía destinada a fracasar.

Carlitos le atribuía un poema-trabalenguas:
A la mujer agraciada el rumor no favorece.
La sola mención del favor la ruboriza.
Pérfidas arpías pueblan los aires.
Pavor, fervor, furia se suceden feroces.
Férrea decisión final enfrenta.
Férrea
Desgraciada
Fenece
Ruedan las ruedas del ferrocarril
Pero no nos suena. Si bien el tema, la forma y el supuesto título ("Mujer agraciada se desgracia") corresponden con las búsquedas de Gómez, es demasiado experimental y el final trágico no se corresponde con el optimismo que Gómez se reservaba para la literatura.

Alfredo, por su parte, le atribuía un comienzo con “Ese vago recuerdo jode más por vago que por recuerdo…”, pero también es improbable ya que Gómez despreciaba excusarse en la literatura para incurrir en el ensayo filosófico o de cualquier otro tipo.

Ana, que conocía su afición por los clásicos rusos, le atribuía un final con “Me habló con altanería y me mandó… ‘a ver a mi hermana’”.

Wilmer le atribuía la invención de una canción de cuna infinita, sin ser cíclica, e infalible.

3 comentarios:

  1. La poesía experimental no me atrae, pero el poema de Gómez, si le creemos a Carlitos, tiene una musicalidad agradable. Probablemente debido al uso -y casi abuso- de las aliteraciones, pero bueno, era un poema/trabalenguas.

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  2. A mí, le digo la verdad, la poesía experimental me agrada pero confieso que, si bien pondero la importancia de las vanguardias de principios del XX en la historia de la literatura y sus efectos en la posteridad (los juegos de Cortázar sin ir más lejos), no puedo recordar de memoria ninguna poesía de dichas vanguardias.
    Esa musicalidad es interesante. La aliteración va desarrollando un “fondo” cerrado y metálico que prepara ese final abrumador donde el trabalenguas infantil se resignifica. Es verdad que justamente en lo abrumador de ese final hay un efectismo que un poco me molesta.

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  3. Si entiendo bien lo que dice que dicen, para este señor el realismo no se juega en la realidad del referente (el suicidio en el poema trabalenguas), ni en la apuesta a la construcción de un vínculo cercano con el lector (el comienzo que sugiere Alfredo), ni en la coloquialidad del lenguaje (el final que le atribuye Ana), sino que el realismo se juega en los efectos en la lectura (la canción de cuna). Interesante.

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