jueves, 31 de marzo de 2011

Estela, Edgardo Luis y Edgardo Mario

"Querida Estela:
Le escribo este correo electrónico para confirmarle mi disertación en nuestra Casa de la Cultura que Ud. ha sabido presidir por tantos años. Puedo ratificarle también su título: 'Los procesos de consagración en la literatura argentina contemporánea' y su índice:
-         ' La aleatoriedad en los procesos de creación literaria
-          Cita, plagio, traición: algunos desplazamientos
-          Impresión y publicación: el delicado equilibrio entre el apoyo público y la corrupción privada, la extorsión como oportunidad
-          Los premios: la creación de la diferencia cualitativa
-          Los premios: agentes de prensa, relaciones públicas, lobby (o relaciones privadas)
-          Digresión: pedofilia femenina en talleres de barrio'
La coincidencia espacio-temporal con la visita, premiación y conferencia de mi hermano Edgardo Luis no es, como Ud. ha declarado en algunos medios, "una provocación gratuita", “el rebuzno de un perdedor”, “el capricho de un fracasado”, “la bronca de un inadaptado”. Mi disertación es una propuesta de intercambio artístico y diálogo productivo que espero esta vez la institución sepa valorar.
Y si nuevamente no tienen a bien abrir las puertas y ni siquiera ofrecen una sombra en el patio y ni siquiera se bancan el megáfono en la vereda, por lo menos consideren avisar con oportuna anticipación a los uniformados. De tal manera, podrán venir portando sus modernos escudos antimotines. Recuerdo nuestra última conversación y retorna a mi conciencia un remordimiento (pequeño) burgués por correr a botellazos limpios a un pobre hombre, cuyo único pecado ha sido asumir plenamente su vocación de vigilante, por nuestras vanidades culturales.
Te saluda cordialmente,
Edgardo Mario"

miércoles, 30 de marzo de 2011

Filosofía del sacrificio

Don Hermenegildo cuando paseaba por las sierras gustaba decir: “Si me voy a caer de culo que sea por una razón que lo amerite”.
Reflexionaba en pendiente: Se sabe que de intenciones a consecuencias hay un trecho. Pero mi duda es más específica: Si, nos, los jubilados, venimos a las sierras "a pesar de" o "a causa de" el riesgo de caída... Exceso de confianza... Ganas de probarnos que los años no pasan tan rápidamente. (Y encima se me ocurre almorzar con vino).


Parece que esa experiencia lo tenía particularmente obsesionado. Uno de sus elogios enológicos y gastronómicos preferidos era: “Con ese olorcito, caerse de culo es poco”.

Hablando de la experiencia, era un ferviente detractor de la experiencia personal como baluarte argumentativo. Todavía se comenta una intervención suya donde le paró el carro al viejo Spasaldúa. De repente intervino en una discusión de la que venía siendo testigo:
-Me parece que su modo de argumentar está tomando por un camino peligroso. Ud. se cree con más derecho a opinar sobre Estados Unidos porque ha vivido allí, se cree dueño de “la posta” sobre la inseguridad porque ha sido víctima de dos delitos, se cree poseedor de la verdad sobre la paternidad porque ha sido padre. Bueno, si ha de ser consecuente, la próxima vez que vaya a opinar sobre la homosexualidad asegúrese, antes, de haberse hecho ro… de novio por un muchacho conocido.

lunes, 28 de marzo de 2011

La Hojarasca no produce vinos de guarda

Y sí, la gente de este blog consume La Hojarasca.
"Un vino sin pretensiones de permanencia". (La mesa creativa prefirió "permanencia" a "eternidad" -o sea, "sin pretensiones de eternidad"-, que fue descartado por más obvio y rimbombante, aún en su versión gauchesca: "eternidá".)
Apenas el rastro (estéticamente discutible) de un movimiento (estéticamente discutible).
Y sí, todas las hojas son del viento, como cantaba el Flaco.

sábado, 26 de marzo de 2011

El bosque

A un blend que les salió medio fuerte lo bautizó “El Bosque”.
Como homenaje a un cuento de un amigo que siempre le había gustado, homenaje que expresaba también su profunda atención y su profundo desdén por esa versión de la cultura popular que persistía en los sobrecitos de azúcar (esa cosa inmovilizadora, conservadora del refrán, que todo lo explica, que todo lo cierra, como decía Oscar).
Ah, el cuento, como se supondrá, en la contraetiqueta:
“Carmín y Charol fueron al bosque.
Sólo Carmín volvió, sucia de deseo.
Ya no es linda Carmín así, manchada.”

miércoles, 23 de marzo de 2011

La guarda

La había recibido como obsequio a los veintipico. Quizá por imagen de cara, quizá por cierto recuerdo de la muchacha que se la regaló, decidió guardarla.
La dejó, en principio, al fondo de un cajón de su cuarto, fresco, sin luz.
Pasaron tres mudanzas, cambiaron los cajones, pasó el casamiento, llegaron los chicos.
Hasta que un día leyó que no todos los vinos son de guarda, que en general alcanzan su mejor expresión a los dos o tres años.
Perplejo. No quiso mirar, no quiso preguntar, para qué sacarse la duda.
Un motivo más para que siguiera guardada.

lunes, 21 de marzo de 2011

El menor de los Zavaleta

El menor de los hermanos Zavaleta se fue del pueblo de una manera algo extraña.
Jugando (de esos juegos entre hermanos mayores y menores que nunca se sabe) sus hermanos mayores lo ataron a un cajón de madera, que hacía las veces de sulky, tirado por uno de los perros de la familia.
Parece que el perro se asustó o algo así, o que pasó un auto, o que justo sonó un cuete, la cosa es que con sus cinco años el menor de los Zavaleta partió raudo.
Volvió veinte años después, farmacéutico y con negocio propio.
(Sus padres adoptivos años después de contarle sobre su condición de adoptado eligieron detallarle las circunstancias... que, después de la duda, de la cuestión de la legalidad, pesó finalmente el argumento de cómo podía ser que un chico llegue a esa cruel circunstancia -nunca se supo cuánta distancia recorrió-).
Y adoptaron al chico y al perro.
A sus veinticinco años, el menor de los Zavaleta como volvió se fue, apenas dos días después.
A los cincuenta años, heredó de sus padres adoptivos la bodega familiar y con cierto sentido de la ironía sobre su propio pasado eligió denominar a uno de sus vinos premium El Sulky.
Su analista decía que había logrado una relación sana con su pasado.
(Consultado sobre el asunto, Alfredo decía que eso de hacerse llamar “el menor de los Zavaleta” parecía ser más una de sus típicas propuestas irónicas sobre el origen -sino del vino de sí mismo- que un acontecimiento verídico.) 

viernes, 18 de marzo de 2011

Así somos los argentinos

María de las Mercedes Cárdenas, lectora intensiva de las publicaciones periódicas en su versión on line, reposteaba indignada en su Facebook esta nota levantada del sitio de La Nación que le reenviara un amigo:
Comentaba debajo:
“Uno podría optar por la réplica correcta y regodearse en los errores metodológicos de una pregunta de este tipo y su atomización. Preguntado como está ("¿Cuál es la comida que menos te gusta?"), si de 100 tipos, 10 eligen el mondongo como lo que menos le gusta, 9 el hígado, 9 el coliflor, 8 el roquefort, 8 la morcilla, 7 la polenta, 6 los chinchulines (y así con muchos otros productos bajando las menciones por cada uno), el mondongo gana como lo que menos gusta aunque a los otros 90 les encante. La otra cuestión obvia es la muestra.
Pero yo prefiero creer en los resultados y pensar que los argentinos somos de una amorfidad gris que no nos gustan los sabores fuertes, ni lo muy exótico ni lo muy autóctono, ni lo muy nuevo ni lo muy viejo, ni las texturas muy jugadas, ni lo muy consistente. Así somos los argentinos, o al menos los lectores de La Nación, o al menos los lectores de Joy, o al menos los lectores on line de Joy, o al menos los lectores de Joy que contestan encuestas estúpidas, o al menos los periodistas que se le ocurren este tipo de encuestas, o al menos el editor que titula este tipo de notas, o al menos el jefe de estos que no decidió echarlos a todos de una patada.”

Dado el último punto, autobrindaba con una copita de un vino patero que le trajera un cura amigo desde Salta.
Su hijo Emiliano esta vez no hizo comentarios en Facebook, ni siquiera puso “me gusta”.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Pócimas y conjuros

Cuando era pibe, Carlitos tuvo un sano coqueteo grupal con la noche, el misterio, el silencio y la inmensidad. Un par de viernes el grupo (mixto) cambió el boliche por una excursión de algunas horas a la quinta abandonada de los Álvarez.
Uno de esos viernes de junio la sensación térmica bajó más de lo pensado, orillando los cero grados. A uno se le había ocurrido llevar vino, cosa rara para la edad promedio del grupo y para una época donde el vino no tenía onda. A otro se le ocurrió, dado el tintinear general de dientes, calentarlo brevemente.
La pócima esa vez funcionó plenamente, pero Carlitos nunca más volvió a tomar vino caliente.
Primero, porque pasaron muchos años antes de que el vino se ganase a sus círculos de confianza; segundo, porque cuando eso sucedió la bebida llegó con la prohibición social de calentarse; tercero,
por no desafiar a sus recuerdos…
            un vaso de acero tibio en su contexto, en su tiempo, en su situación…
            en sus acurrucarse…
            en el roce de un suéter que prometía una piel aún más suave y                                     cálida…
por no evocar el suéter…
lana de alpaca…
     (con “a”, con la boca abierta, generosa, adolescente,           arrebatada)
blanca…
                             (como los pechos de)
Marta. 

lunes, 14 de marzo de 2011

Tinto on the rocks

María de las Mercedes Cárdenas,
      propietaria
            de un DKW,
color amarillo patito,
modelo sesenta y ocho,
segunda mano impecable,
apenas setenta mil kilómetros,
tapizado original impecable,
motor hecho a nuevo,
que supo descollar en el trayecto Buenos Aires-Mar del Plata,
papeles al día,
que no está a la venta,
que le pone cubitos hasta al té de manzanilla,
redondeó:
-La admonición que pesa sobre los cubitos en el vino
es un capricho de neófitos que no sabrían distinguir entre un Chardonnay y un Torrontés.
Cada vez que la escuchaba, a Juan Carlos, más que correrle un frío por la espalda, le corría un cubito por los aposentos traseros (sí, a él, tan afecto a las bromas adolescentes).

viernes, 11 de marzo de 2011

Rituales y fútbol

De la noche del vino caliente, rescatamos la siguiente historia:
Es sabido que los dirigentes del fútbol argentino han vendido hasta el alma al diablo. No extrañó entonces que decidieran poner precio al esparcir las cenizas del difunto hincha en la cancha del club de sus amores. El costo, bajo excusa de “gastos de logística”, no hizo más que acrecentar el interés.
Es conocido también que 2012 fue el año de dos hechos tan fulgurantes como previsibles:
-          El éxito (calidad de por medio) de Lácteos Barraza.
-          Una serie de catástrofes naturales largamente anunciada: Tsunamis Financieros, Picos de Colesterol, Hipertensiones, Profundos Valles Depresivos.
Fue así que la cantidad de fallecimientos en 2012 superó largamente a la de otros años. En ese contexto, la acumulación durante el campeonato de partidos, prácticas y espectáculos musicales llevó a postergar las despedidas fúnebres y fútboleras para el verano.
Vamos llegando así al meollo de la cuestión, al momento decisivo.
Ya a fines de enero el canchero notó algo extraño, pero era un tipo que había hecho carrera a fuerza de no cuestionar órdenes.
Fue, cualquiera lo recuerda, la tardecita del domingo 3 de marzo de 2013. Ese día los primeros espectadores en llegar al estadio de Boca Juniors pudieron ver un tono gris algo extraño entre el césped brillante, un color distinto asomándose en el suave manto. Cuando se prendieron las luces, todo el estadio notó una luz espectral subiendo desde el pasto.
El fútbol argentino ya no volvió a ser el mismo de antes.

miércoles, 9 de marzo de 2011

El arte de los Gómez

Era evidente que en el ebrio Gómez su alcoholismo circunscripto era una forma de protesta social. Podría haber sido hippie de no ser que le repugnaba la idea de vivir en comunidad.
Alfredo decía que era un simple afán de imitar a Hemingway, a Burroughs, a Bukowski, a Capote, a Chandler, a Kerouac, a Poe.
Wilmer consideraba al arte de Gómez más exquisito (que el de los precedentes) y que su hijo el dotor en la minima (minimal) singularidad de sus intervenciones reproducía la exquisitez de su arte sobre otra materia.

lunes, 7 de marzo de 2011

Back office de Apuestas II: Bronca y Consternación

Pucha. En un momento de debilidad había creído superar la tara de años, de décadas, esa de que todo ya estaba escrito. Las palabras entonces habían salido a borbotones. Hasta que se topó con César Aira, con La Confesión más precisamente, sí, como quien choca contra una puerta de vidrio cerrada, un golpe en la nuca pero de frente. Pensó en comprar su silencio, imaginó que no le alcanzaba la plata. Siguió escribiendo de bronca.

viernes, 4 de marzo de 2011

Estudios

Muchos años después, frente al pelotón de inspectores de la AFIP, el contador Juan Carlos Garmendia había de recordar aquella tarde remota en que su padre le hizo prometer que mantendría el estudio familiar.

El realismo de Gómez

Como ya sabemos, el ebrio Gómez escribía mucho pero “publicaba” poco y hablaba aún menos sobre su escritura. Para vislumbrar su estilo es necesario conocer primero que su formación literaria era autodidacta, extensa y profunda, aunque con recorridos algo caprichosos, y que el tipo era fanático del audiolibro aún antes del MP3 y del convertidor de texto a voz (probablemente podía reclamar el récord de ser el lector que más audiolibros “leyó”). Por ejemplo, en un viaje de Curitiba a Ushuaia se escuchó casi toda la primera parte del Quijote (una experiencia por cierto envidiable).
Dicen que Gómez tenía dos postulados:
-          La ficción siempre habla, al menos tangencialmente, del mundo, por lo cual la igualación ficción-mentira es aberrante.
-          La Lengua no es Inocente, menos aún el Habla (había leído a Barthes). Pero si la experimentación (y el juego) es un momento (o varios momentos) en la historia de la literatura, también es un momento en la historia de cualquier hombre. El poder de apodar, de rimar, de insultar se aprenden de chicos.
Intentaba así una conjugación popular de experimentación y realismo que parecía destinada a fracasar.

Carlitos le atribuía un poema-trabalenguas:
A la mujer agraciada el rumor no favorece.
La sola mención del favor la ruboriza.
Pérfidas arpías pueblan los aires.
Pavor, fervor, furia se suceden feroces.
Férrea decisión final enfrenta.
Férrea
Desgraciada
Fenece
Ruedan las ruedas del ferrocarril
Pero no nos suena. Si bien el tema, la forma y el supuesto título ("Mujer agraciada se desgracia") corresponden con las búsquedas de Gómez, es demasiado experimental y el final trágico no se corresponde con el optimismo que Gómez se reservaba para la literatura.

Alfredo, por su parte, le atribuía un comienzo con “Ese vago recuerdo jode más por vago que por recuerdo…”, pero también es improbable ya que Gómez despreciaba excusarse en la literatura para incurrir en el ensayo filosófico o de cualquier otro tipo.

Ana, que conocía su afición por los clásicos rusos, le atribuía un final con “Me habló con altanería y me mandó… ‘a ver a mi hermana’”.

Wilmer le atribuía la invención de una canción de cuna infinita, sin ser cíclica, e infalible.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Apuestas II

El difunto esposo de doña Mercedes más que tutearse con el riesgo se toqueteaba con el mismo (con el riesgo, digo) y ya se sabe que juego de manos…
Un empresario nato. Un emprendedor intuitivo.
En orden más o menos cronológico: Apostó a fabricar cocinas eléctricas, teléfonos de baquelita, mesadas de fórmica, apostó al negocio “seguro” de pelo para pelucas, apostó a la infalibilidad de una crema para los piojos y de un dispositivo para tirar la cadena del inodoro, apostó a alquilar unos locales en el Tren de la Costa, apostó a la interné, apostó a un desarrollo inmobiliario con "crédito regalado" en las costas de Miami, apostó a un telo y a una funeraria (por eso de que la gente siempre se muere, entre otras cosas), apostó en la Oferta Pública de Acciones de Clarín, apostó a unas acciones del Citi y de Playboy a precio de "ganga, ganga", apostó al regreso del paddle con la nostalgia de los ’80… apostó todo lo que tenían excepto la casa, el auto de Mercedes, la ropa y la tele… De algún modo, apostó su sonrisa, sus lazos de amistad, su salud.
Lanzaba sus proyectos con fiestas dionisíacas (exagerando) y sus amigos lo alentaban… a seguir gastando en vino.
El rencor viejo de Emiliano viene de un niño que se sentía extraño y solo en fiestas adultas, y se encontraba luego, mañanas después, con un padre taciturno y oscuro.