viernes, 29 de julio de 2011

Los celos sanos

Como se podrá suponer Gómez no compartía con sus compañeros camioneros el gusto por la prostitución, muy por el contrario era un decidido oponente.
Suponiendo la complicidad policial, su estrategia fue atizar los celos de sus colegas de profesión entre copa y copa para promover así el deseo de exclusividad, y provocar el rescate épico… o por lo menos una cuota de amabilidad.
Así, anécdotas van, anécdotas vienen, él (ritorno a su etapa de lectura de autores del fines del XIX y principios del XX) se enamoraba platónicamente de todas.

miércoles, 27 de julio de 2011

La gringa

La conocí a la rubia haciendo trámites en el Banco Provincia.
Comprendí inmediatamente las razones del recelo subyacente en la comunidad femenina. Era pleno verano, llevaba una musculosa blanca (las tiritas negras asomándose por el costado), flaca, alta para ser mujer, de hombros redondos, el rostro armónico, los pechos pequeños, el pelo suelto, algo por debajo de los hombros, silenciosamente rebajado.
Imaginé que muchos de esos atributos lucían mejor con los años, que lo natural de esa belleza era un logro reciente.
Belleza sobria, de haber criado una hija sola, de ir todos los días a trabajar en scooter, de saber imponer una suave distancia con los hombres.
Comprendí inmediatamente porque decían que los sucesivos blends: Sol de Invierno, Ando Ganas (de encontrarte), Ojos Negros y La Gringa constituían un secreto homenaje (cada vez menos secreto).

lunes, 25 de julio de 2011

La batalla de las Termópilas

-La batalla de las Termópilas fue en Uruguay porque los uruguayos andan todo el día con un termo bajo el brazo.
-¿Y las pilas?
-Para sacar fotos… También puede ser que sean unas pilas que se cargan con el calor del termo.
El método de inferencia libre desde el nombre daba pie a interpretaciones prolíficas y tenía una Lógica implacable… siendo que Carlitos era un niño de ocho años.
Su padre lo azuzaba y lo corregía en la búsqueda del perfeccionamiento del arte:
- El primer y gran inconveniente es que los uruguayos son conocidos por ser un pueblo muy pacífico (y se sabe: neutralidad militar y secretario bancario se cuecen juntos). Los tipos violentos en la historia uruguaya que conocemos son contados… treinta y tres. Creo que acá habría que entrarle por la genealogía del nombre, por su origen griego, convertir treinta y tres en trescientos y así.

En aquel tiempo, el método nos dio muy sonoras alegrías con: “Colgate”, “El palacio de la papa frita”, “La vuelta de Obligado”, “El paseo de la Infanta”, “El happening para un jabalí difunto”, “Don Segundo Sombra”, "Venado Tuerto".

Veinte años después, la repetición (inconciente) del mismo método tenía pasos de comedia:
-“Sol de invierno”… es raro el nuevo nombre... quizá lo eligieron por eso… lo raro se recuerda más. Durante el invierno el sol, se encuentra en su versión más débil, más apagada, menos frecuente.
-Y más cálida –corregía su padre-.

viernes, 22 de julio de 2011

De la proporción y la seriedad en los insultos

Cuando el Moncho ganó el juicio (lo chocó una EcoSport, la paró con la mano derecha, se quebró un par de dedos y la muñeca, tuvo que demostrar judicialmente que ahora tenía poca movilidad en los dedos, que en sus trabajos campestres la destreza manual importaba y que, a pesar del tamaño de sus falanges, antes del accidente tenía la habilidad de un orfebre para los detalles) se compró la camioneta de sus sueños: una Chevrolet ’68 celeste (restaurada). Aprendió a manejar (tardó tres meses pero no aflojó en el empeño) y se atrevió a unas largas vacaciones recorriendo todos los puntos turísticos que se debía (que eran todos los que de oídas conocía).
Fueron vacaciones tranquilas con la excepción de un pequeño incidente en Punta del Este. Si bien se había aprendido el respeto de los uruguayos por las rotondas, se distrajo y se adelantó un poco apresuradamente cuando otro auto acababa de tomar la entrada anterior a la suya. Pasó bien, pero el otro se le arrimó de atrás, le echó un fino por el costado y le mandó una puteada.
El Moncho prolijamente dio la vuelta por la rotonda y lo siguió. Se le cruzó adelante y lo paró. Esperó a que se bajara y le dirigió un breve y respetuoso parlamento que no podemos más que contarle con nuestras palabras:
-Estuve mal, fue un error y lo admito. Pasé demasiado justo, Ud. quizá se vio obligado a frenar sin quererlo. Ahora bien, es un error para el cual una puteada es una respuesta desproporcionada, tal vez un bocinazo era pertinente, tal vez. En general, el hombre que putea en una oportunidad como esta es alguien que está esperando a putear al prójimo porque tiene ganas. Un pobre tipo que se excusa en el tráfico para exponer sus miserias, para exponer su vocación no asumida de vigilante -¿habría escuchado a Dolina?-. Eso en general. En general Ud. me daría lástima y yo seguiría mi camino. El problema es en particular. Porque Ud. en particular me puteó a mí y ahora no me queda otra que recagarlo a trompadas.
El Moncho no insultaba, en su bondad, eficacia y timidez para la palabra, si tenía que responder un insulto lo hacía a las trompadas. 

miércoles, 20 de julio de 2011

El vino en el arte

Lo conocí a Wilmer en la inauguración de una muestra artística (pinturas y esculturas) en una galería privada de San Telmo.
Me llamó la atención su modo de estar parado frente a una de las obras (por cierto, no muy diferente de las demás). En un primer barrido por la exposición yo había dividido a los concurrentes en dos segmentos: Los que pasaban rápidamente de un cartelito al otro saltando las obras que estaban en el medio, y los que saltaban de la vista de una obra a la obra de al lado, olvidando los cartelitos. Pero Wilmer estuvo detenido observando un cartelito como cinco minutos.
Un poco por curiosidad, otro poco por mis escasos recursos para el desempeño social en eventos, me acerqué a preguntarle su opinión sobre la muestra y sobre esa pintura en particular.
Después de dar algunos rodeos y ya entrado en confianza, me confesó que aburrido y algo malhumorado (la artista en cuestión, amiga de un amigo de una amiga, había tenido el mal gusto de acompañar el vino de rigor con unos copetines que hacían juego con la muestra) había recordado un viejo juego que su padre le solía proponer en la infancia:
Ver las primeras tres obras con sus respectivos títulos, en las tres siguientes ver primero la obra y adivinar los títulos, en las tres últimas ver primero el título y adivinar la obra.
Esa vez, a pesar de la falta de práctica, dijo haber logrado 100 por ciento de efectividad, y yo se lo creí.
Luego de celebrar una discusión sobre la posibilidad del arte (si es posible que exista algo así, si esa existencia es demostrable, si es posible alcanzar un mínimo consenso sobre ella, su carácter de mercancía, etc.), alguien mencionó a Saatchi, juntamos coraje y huimos silenciosamente, cada uno para su lado (ambos creemos ser jodidos pero intentamos ser amables, por culpa, por falta de confianza o por timidez, quizá).

viernes, 15 de julio de 2011

Target (público objetivo)

Wilmer tomó primero la decisión de vender el hotel alojamiento. Lo hizo con algo de sufrimiento pero preocupado por el constante aumento de la edad promedio de su clientela.
Su señora protestó mucho la decisión, “encariñada” con el negocio familiar… ¿?... Al principio, le había costado mucho acostumbrarse a la idea de vivir de un telo; al final, el cariño era inversamente proporcional.
Reconozcamos que era la responsable de las mejores tácticas de marketing y que tenía una percepción aguda de las fortalezas y debilidades de la empresa. Con sus aportes, el telo se volvió mucho más “mujer-friendly”. Valga como ejemplo su pasillo “A gusto de ellas”: con su habitación “Adolescente”, pintada de rosa y cargada de almohadones, su habitación “Muchacha”, con pósters de famosos para todos los gustos, o su habitación “Joven argentina”, con macetas y sahumerios.
La propuesta de asociarse a una bodega para desarrollar su costado turístico le vino al pelo para resolver la (es)cena familiar.
Después de todo, para sorpresa nuestra (no de ellos), en el nuevo negocio se encontraron con viejos (y viejas) conocidos con similares propósitos... pero estadías más largas.

miércoles, 13 de julio de 2011

La diversidad no es un juanete

Lo conocí a Alfredo tomando mate con Wilmer.
-Empiezan con las cascaritas de naranja o de limón en el mate, sigue el pan lactal en el huevo frito, sigue la mayonesa en el asado... termina en cualquier cosa.
-Tenés que aceptar la diversidad -acoté tímidamente.
-La diversidad (el diverso) no se acepta. No es un juanete que molesta pero va cayendo en el campo de la resignación. La diversidad es el mejor remedio para el peor de los aburrimientos.
-Es el mejor argumento en favor del vino, y en contra de la cerveza -banalicé.
Después de esa conversación, Alfredo me tuvo por pelotudo por un buen tiempo.

lunes, 11 de julio de 2011

Golpe de suerte II

Finalmente el Moncho Zapata saltó a la fama fruto del azar y de un gesto breve, para él, insignificante.
Conocedor de la campiña bonaerense, le llamó la atención ver una luz prendida en la quinta abandonada de los Álvarez ¡a las tres de la tarde!
Inocente, se acercó como para saludar y vio las ventanas tapadas con diarios y un muchacho con aspecto de ciudad dormitando a la sombra en una reposera pegada a la puerta.
Cuando estaba a metro y medio saludó:
-¡Buenas!
El muchacho se despertó sobresaltado, peló una navaja y descerrajó una larga catarata de insultos.
(Hay quien dice que la navaja era pistola, que incluso gatilló pero el fierro se trabó).
Los insultos eran varios, poco articulados y en general ininteligibles, pero el "borracho" sacó al Moncho del estado de curiosidad, y el "viejo boludo" lo sacó de quicio (distinta hubiera sido la cosa con sólo un "viejo borracho").
Para ser justos, y a la vez figurar el desenlace de nuestro relato, el Moncho ya se había ganado fama hace algunos años por haber desmayado de una trompada a un caballo arisco.

Alfredo comenta la noticia:
-Como héroe postmoderno da bárbaro: El ciudadano de a pie sólo frente al mal, nostalgia del hombre natural, una cuota de azar.
-Discrepo, bueno, no, no exactamente -pensaba Wilmer- a mí me hace acordar al Batman taciturno de la última saga.

viernes, 8 de julio de 2011

Golpe de suerte

Nada más peligroso que un golpe de suerte, el ir por más, el exceso de confianza, el caer fuera de foco de los riesgos, el no hay dos sin tres, el aburrimiento de la deducción, el festejo por adelantado, el emborracharse (literal y metafóricamente) de gloria.
Le contestaron, con mirada cejijunta:
-Real embido.
Esta vez la mentira no funcionó. Tenía 23 para el embido y le redoblaban su apuesta inicial.
Nada más peligroso que el exceso de confianza. Respondió:
-¡Falta embido!
-Quiero: 33… y de mano… y –un desplegar en la mesa- de espadas.
Fin del juego.

Aprendió a jugar al truco a los once años de la mano de su abuelo. El viejo insistía en que ciertas primeras experiencias (sino todas) era mejor tenerlas en el juego.

Tomar esa preocupación por el "saber retirarse a tiempo" y aplicarla a esto de los blogs. Es que por ese imperativo de publicar periódicamente y de seguir publicando porque "me debo a mi público", los blogs pueden primero ceder a la irregularidad y luego agonizar tristemente. Entonces, arrancar con una bocha de posts ya escritos, incluyendo el último, y dejarlo con fecha programada.

miércoles, 6 de julio de 2011

Vocación literaria

Todo venía de unos juegos que un padre preocupado por su formación lingüística le había impuesto en la infancia o del mero aburrimiento. Primero, hombre prolífico en metáforas, empezó acotando los fines de semana sus campos metafóricos al mundo del trabajo. Es decir, él, que solía decir muchas metáforas, se autoimponía sábados y domingos decir sólo metáforas ligadas al trabajo. Como al tiempo ya le resultó fácil, volvió a acotar, esta vez al mundo del vino. Ya no le resultó tan fácil.

lunes, 4 de julio de 2011

Ciclos

-Me retiré del fútbol muy tempranamente, a eso de los nueve años, después de mi primer y único gol de palomita, sabía que eso para mí era insuperable, que después sólo podía venir la Decadencia… una aguda percepción de los propios límites personales, de los ciclos ineluctables de la gloria y el fracaso.
-Pero, Alfredo, te pregunté porqué dejaste el Syrah y empezaste a tomar vino blanco.
-Parábolas, Juan Carlos, para… bolas tristes tengo también una explicación directa.
-Hay gente que es muy dura consigo mismo –acotó Wilmer-, y con razón.
Los dos rieron, por las dudas.

viernes, 1 de julio de 2011

Fonditos de vino

Uno lo veía con ocho o nueve años escurrirse en las fiestas familiares para tomarse a escondidas los fonditos de vino que habían quedado en los vasos de los grandes y podía aventurar una especulación: Este pibe en unos años o nos sale sommelier o nos sale borracho conocido (más que alcohólico anónimo).
Pero no. El pibe se recibió de maestro mayor de obras, formó familia y alcanzó la fama regional como central de Douglas Haig de Pergamino.
Aunque tenía cierta habilidad para robar la pelota que a uno le hacía acordar esos movimientos infantiles.