lunes, 21 de marzo de 2011

El menor de los Zavaleta

El menor de los hermanos Zavaleta se fue del pueblo de una manera algo extraña.
Jugando (de esos juegos entre hermanos mayores y menores que nunca se sabe) sus hermanos mayores lo ataron a un cajón de madera, que hacía las veces de sulky, tirado por uno de los perros de la familia.
Parece que el perro se asustó o algo así, o que pasó un auto, o que justo sonó un cuete, la cosa es que con sus cinco años el menor de los Zavaleta partió raudo.
Volvió veinte años después, farmacéutico y con negocio propio.
(Sus padres adoptivos años después de contarle sobre su condición de adoptado eligieron detallarle las circunstancias... que, después de la duda, de la cuestión de la legalidad, pesó finalmente el argumento de cómo podía ser que un chico llegue a esa cruel circunstancia -nunca se supo cuánta distancia recorrió-).
Y adoptaron al chico y al perro.
A sus veinticinco años, el menor de los Zavaleta como volvió se fue, apenas dos días después.
A los cincuenta años, heredó de sus padres adoptivos la bodega familiar y con cierto sentido de la ironía sobre su propio pasado eligió denominar a uno de sus vinos premium El Sulky.
Su analista decía que había logrado una relación sana con su pasado.
(Consultado sobre el asunto, Alfredo decía que eso de hacerse llamar “el menor de los Zavaleta” parecía ser más una de sus típicas propuestas irónicas sobre el origen -sino del vino de sí mismo- que un acontecimiento verídico.) 

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