lunes, 25 de abril de 2011

La censura a flor de piel

"Estimados lectores:
Esta vez este espacio editorial da lugar a la despedida. Éste es el último número de El hombre y la medicina. Esta publicación que juntos vimos crecer durante más de diez años les dice adiós.
Como comunidad supimos construir un espacio donde convivían en columnas abstractas y módicos avisos las más variadas corrientes de la medicina y el cuidado del hombre. En nuestra época de esplendor (hoy mucho más distante emocionalmente que cronológicamente), te metíamos cuarenta avisos y cinco publinotas por número, se había hecho tradición que los padres regalaran el primer año de avisos a sus hijos recién diplomados y hasta obtuvimos la declaración de interés municipal.
Pero algo se quebró.
Supongo que todo empezó ese día que un desafortunado colaborador sugirió avanzar en una línea editorial que diese espacio a los testimonios de la gente. 'Acercar la salud a nuestros lectores a través de los testimonios.'
Ahí la cosa se pudrió.
No fuese sólo que nos enteramos de que la homeopatía curaba el cáncer o que la osteopatía sanaba los ataques de pánico, resfriados eran curados por kinesiólogos, dolores de espalda por podólogos y espasmos estomacales por dentistas, problemas de sobrepeso era solucionados por oftalmólogos, el tabaquismo desaparecía a manos de radiólogos y el alcoholismo a manos de bioquímicos, las depresiones eran purgadas por proctólogos y así.
Tras la pérdida de los anunciantes de las ramas más tradicionales de la medicina, nuestra política editorial, necesidades financieras de por medio, no hizo más que acentuar la pérdida de neutralidad. ¿Error? Quizás.
La decisión de cerrar la publicación maduró la noche del 20 de septiembre. Cuando los miraba irse desde el piso con el único ojo que podía entreabrir y escuchaba con alguna parte del cuerpo (las orejas no funcionaban, una sobre el piso, la otra bajo una baldosa; probablemente escuchaba con la espalda sensibilizada por los flamantes moretones): 'Gordo puto, dejate de joder o sos boleta'.
Ahí empecé a sospechar que el pisotón del doctor Rodríguez Larreta en la cola del banco no había sido producto de la casualidad, que el largo rayón en el auto no había sido la indeseada consecuencia de una mala maniobra de estacionamiento, que la pintada 'Gordo puto, dejate de joder o sos boleta' en el frente de mi casa estaba dirigida a mi persona a pesar de no coincidir con mis características corporales o con mis preferencias sexuales, que el incendio de mi hogar no había sido fruto del aterrizaje de una cañita voladora perdida, que las patadas en la cabeza de estos muchachos no eran un ejemplo más de la ola de inseguridad."

2 comentarios:

  1. Oh! Qué relato aterrador! El periodismo está comprado! Pasará lo mismo con las revistas barriales de Vicente López?

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  2. No sé, no sé, no quiero ser paranoico, es imposible vivir así (o quizá no, quizá la paranoia proyectada a las instituciones sociales es una forma muy cómoda de vivir), no quiero ser paranoico, pero me parece… habría indicios que los medios (todos) no serían tan neutrales en el abordaje de la realidad, parecería que además de estar muy preocupados por la verdad estarían teniendo en cuenta sus propios intereses.

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