lunes, 13 de junio de 2011

El gaucho ladeado

El Moncho Zapata no tenía en la vida muchas oportunidades de ser aplaudido. Así que se decidió, aprestó su mejor y único caballo con sus mejores y pocas galas y se dirigió al desfile tradicionalista (a caballo).
La Organización apostó primero por la Burocracia, alegando que la inscripción previa, que para desfilar había que pertenecer a alguna Asociación. Pero el Moncho era viejo y podía nombrar innumerables ejemplos de “desfiladores” individuales que se habían anotado sobre el pucho.
Así que la Organización tuvo que hacer su última apuesta y fue por el cansancio: 50 Asociaciones, promedio de 20 caballos y 15 jinetes por cada una, dos horas de desfile, lo puso al final.
No sabía que además de la caramañola de litro de agua, el Moncho, como en sus mejores épocas, cargaba con la bota de litro y medio de tinto para amainar la espera en la mañana de 30 grados a la sombra.
El Monchó aguantó.
Cerró el desfile a caballo el gaucho ladeado.

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