Carlitos recordaba haber escrito un western a los nueve o diez años en un cuaderno Rivadavia (vaya uno a saber dónde quedó). Después su relación con la literatura había hecho una tremenda pausa hasta el inicio de la universidad y una vuelta a la lectura apasionada, esa de quedarse leyendo hasta entrada la noche.
Concluyó que no estaba en contra de la enseñanza de la Literatura, simplemente estaba en contra de esa enseñanza.
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